Durante varios años estuve muy perdida, porque necesitaba (en aquel entonces de manera completamente inconsciente) sanar heridas de una infancia un tanto complicada. 

 Me sentía invisible, vacía, ansiosa, insatisfecha... Tenía problemas de autoestima, de autoconfianza y de amor propio en general. No sabía a qué dedicarme. Llegué incluso a pensar que había algo defectuoso dentro de mí que me impedía encontrar una verdadera vocación.

 Hasta que un día, casi sin querer, me encontré con el coaching y, poco después, con el eneagrama. Y fue entonces cuando descubrí el potencial que tienen y el maravilloso aliado que es el autoconocimiento a la hora de cerrar esas heridas y crecer como persona. Supe desde el principio que, por fin, había encontrado más que una profesión. Había encontrado un camino, un propósito, una forma de vida gracias a la cual acompaño a las personas que así lo desean a encontrar sus propios caminos en un entorno natural y tranquilo, donde sentirse escuchados sin ser juzgados, con empatía y respeto.